Me mudé a Tokio en mayo con dos maletas. Me las arreglé para orientarme en el metro de Tokio y llevé mis maletas a mi casa compartida. Se suponía que debía reunirme con el gerente a las 9 a. m. para la cita de mudanza. Esperé afuera en los escalones y leí mi libro. Innumerables personas entraban y salían del edificio, pero nadie me permitía esperar en el vestíbulo. Yo estaba agotado. Eventualmente, alguien que salió a correr antes, regresó y luego me entregó una botella de agua mientras comenzaba a regar el jardín afuera. Ese fue el comienzo de la amabilidad que experimenté de algunos en esta casa compartida. 

 

Continuaría conociendo a Cito Wheelington, quien organizaba cenas semanales en clubes de cocina. Él proponía recetas, los miembros me ayudaban a comprar los ingredientes y luego les indicaba a todos cómo cocinarlo. Es una gran persona. Realmente cálido y acogedor y ferozmente leal a sus amigos. 

 

Después del corona quería seguir probando más recetas. Terminé viviendo en un pequeño apartamento de una habitación, pero eso no me impidió usar mi única mesa para casi todo.